– Shin Mochinaga


Una vez, una persona del lejano oriente, en el país del Sol Naciente 日本,estaba leyendo un libro sobre otro país que a veces aparecía en las noticias. Se acercaba a la treintena y pensaba que debía hacer algo retador. Shin descubrió en el libro que en Europa había una tradición iniciáticadesde hacía más de cuatro mil. Se recorrían grandes distancias para ver el Final de la Tierra. Los cristianos, leyó, desde hacía casi mil años hicieron suyo el camino iniciático y muchos se quedaban en Santiago de Compostela.

Shin conocía otro camino similar en el Japón, cerca de de donde vivía. No le resultaba extraño que unos iluminados se dedicaran a producir ampollas en sus píes.

Buscó cómo viajar hasta París, hizo su mochila, se despidió de su novia, les dijo en su empresa de fabricación de mieles que él, durante un tiempo, no certificaría el estupendo sabor de su producto y se largó.

Llegó sin conocer a nadie, con su libro, su móvil ultratech, su mochila excesivamente cargada hasta que un capitán de barco anclado en la Ertzaintza le obligó en Burgos a descargar lo que ya tenía polvo francés, su diccionario francés-japonés, inglés-japonés, español-japonés y su pelo teñido de rubio.

En unos meses recorrió media Europa, se hizo amigo entrañable de infinidad de peregrinos, transmitió su optimismo a todos con los que
caminaba, alucinaba con las singularidades de la España meseteña que fielmente capturaba con la videocámara de su móvil ultratech mientras narraba si veía una boda en una gran catedral gótica o una bella puesta de sol en el sin fin del mundo.

A finales de Septiembre recibí su email. Había llegado feliz como una lombriz a Japón. Ahora, en estas Navidades, he recibido su felicitación.

Este post es un homenaje a los intrépidos y valientes. Es un homenaje a Shin.

CON DOS COJONES !!!